La Escuela Coránica y el Museo de Marrakech
Dedicamos gran parte de una mañana a recorrer la Madraza Ben Youssef y el Museo de Marrakech. La ciudad no anda sobrada de grandes monumentos y estos dos, con las tumbas Saadies y el Palacio de la Bahía, son con diferencia, el mayor atractivo monumental de Marrakech.
Comercio turístico entre la Madraza y el Museo de Marrakech
Trabajo nos costó encontrar el camino correcto hacia la Madraza. Se llega a ella a través de los zocos, con la dificultad que implica salir donde uno quiere en semejante laberinto; o desde la zona de las curtidurías.
Nosotros elegimos este último camino, sobre el papel más fácil, en la realidad igual de complicado por los intentos de los “guías” callejeros en llevarte para otro lado. En el post de las curtidurías contábamos las peripecias del recorrido.
La búsqueda mereció la pena, y a media mañana damos con el acceso correcto a la zona de la Madraza y el Museo de Marrakech. Ambos son edificios adyacente y se adquiere una entrada que sirve para los dos, y teóricamente, también para la Koubba almorávide, situada enfrente.
Koubba
La Koubba es el edificio más antiguo de Marrakech. Construida en el siglo XI por Ben Yousef formaba parte de una mezquita hoy inexistente. La Koubba albergaba la fuente para las abluciones. Su excelente conservación se debe a que permaneció sepultada hasta el año 1952. Encontramos el acceso cerrado y nos tenemos que conformar con fotografiarla desde el vallado de las excavaciones.
La mañana se presenta calurosa y es agradable acceder a la entrada de la Madraza. Los recios muros proporcionan un frescor considerable.
Patio interior y decoración de azulejos, que nos recuerdan lugares cercanos a nuestra cultura.
La Madraza o Medersa era una escuela coránica donde vivían los estudiantes mientras cursaban estudios religiosos del Corán. Se construyó a finales del siglo XVI y se convirtió en la mayor y más importante de todo Marruecos. Estuvo activa hasta 1960.
Accedemos al patio interior, la vista más espectacular del edificio.Impresionante la decoración donde se mezcla la madera de cedro, el mármol, mosaicos y estuco. Completa la vista el estanque para las abluciones.
Cada milímetro está trabajado
Estuco y azulejo decoran las paredes laterales del patio
Ventana de una celda al patio central y detalle de la entrada
La Madraza cuenta con 132 celdas para dar alojamiento a los más de 900 estudiantes que llegaron a residir en ella.
Detalle del interior de una celta y pasillo de acceso a las mismas.
Subimos a la primera planta, largos pasillos nos llevan por un laberinto de pequeñas celdas. Las mejores con ventana al espectacular patio central.
Entradas a las dependencias de los estudiantes
Otras totalmente interiores y sin ventana. La austeridad de las celdas se contrapone a la riqueza de las estancias comunes de la Madraza.
En plan Barrio Sésamo. Arriba y abajo de uno de los patios interiores
Los pasillos se interrumpen en pequeños patios, aportando luz natural y ventilación al interior. Llama la atención el trabajo en la madera y el estuco.
Filigrana en paredes y pilares
…132 celdas y 900 estudiantes…6 o 7 habitantes por estancia. Algunas más amplias, otras tan pequeñas donde se suponen que, literalmente, tendrían que vivir apilados. Algunas celdas conservan la división de madera y escaleras de acceso a un plano superior.
Interior de una celda
Sencillas a más no poder. Solo las contraventanas de madera dejan adivinar el lujo que hay fuera. Dentro paredes blancas y pequeños huecos o estantes diminutos embutidos en la pared.
Un par de celdas acondicionadas con los objetos cotidianos utilizados por los estudiantes sirven para ambientar el modo de vida en la Madraza. Una esterilla para dormir, contadas vasijas, el atril para estudiar y para de contar.
Pasamos un buen rato recorriendo los pasillos, entrando y saliendo de las celdas y contemplando las excelentes vistas de las orientadas hacia el patio. Supongo que eran las suites de la Madraza.
Vistas al patio desde el interior de una celda
Desde el primer piso se contempla la perfección y detalle del trabajo que adorna la Madraza
Regresamos al exterior, para volver a recorrer las estancias comunes y disfrutar del exceso decorativo. Todos los ángulos son buenos.
Colindante con la Madraza está el Museo de Marrakech. Situado en un antiguo palacio de finales del siglo XIX, donde residió Mehdi Mnebhi, ministro de defensa del sultán Moulay Addelaziz. Antes de ser reconvertido en museo fue utilizado como residencia y, en los años 60, colegio femenino.
Sala principal del Museo de Marraquech
Si bien las colecciones no tienen para nosotros mucho interés, se suple con el atractivo arquitectónico del edificio.
Nada más entrar el típico patio, rodeado de salas donde se expone obra pictórica de artistas marroquíes.
El mayor atractivo es el patio central, cubierto, y las salas adyacentes. Puertas y ventanas ricamente decorados, el suelo de mosaico y la gran lámpara.
Ambientado con una música relajante, es un placer detenerse a disfrutar del trabajo decorativo, perfecto y minucioso.
En los laterales del gran patio de columnas diversas estancias. Las puertas de acceso, rejas de las ventanas y techos finamente trabajados.
El edificio del Museo, así como la Madraza y la Koubba fueron recuperados por la Fundación Benjelloun. Promovida por el empresario Omar Benjelloun (1928-2003), industrial del automóvil que reunió una importante colección de arte marroquí, aquí expuesta.
Salimos del Museo y a la izquierda, allí mismo, comienza el laberinto del zoco. En él nos perdemos, ahora voluntariamente. Atravesamos la zona de los latoneros, acompañados del repetitivo sonido de su trabajo; dejamos atrás el bullicio de los vendedores de alfombras y babuchas y conseguimos llegar –sin saber como- a la Plaza de las Especias, uno de los lugares con encanto dentro del zoco.
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