sábado, 26 de abril de 2014

Santiago de Compostela (La Coruña)

…y el Camino se hizo piedra

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Valle-Inclán se quedó para siempre contemplando la Catedral de Santiago; desde la Alameda, una de las mejores vistas de la ciudad.

Ultimo fin de semana de Marzo. Salimos de León la mañana de un sábado plomizo y lluvioso. El cielo parece que va a ser exprimido hasta que no quede una gota de agua, y nosotros –incautos- decidimos pasar el fin de semana en Santiago de Compostela; ciudad de reconocida climatología, seca y calurosa.

Por suerte, los hombres del tiempo que pululan por los diversos canales digitales no han sido elevados a la categoría de profetas. Todavía no hemos llegado a Lugo cuando observamos, con sorpresa –¡¡ manda carallo !!- como los cielos esclarecen y las nubes se abren para que el sol asome con fuerza.

Resultado final: empate a uno. El sábado disfrutamos un día espectacular en Santiago y el domingo huimos a primera hora de la mañana de la pertinaz lluvia que asola Compostela.

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Iglesia de San Martiño Pinario. Detalle

Si bien es verdad, así está profusamente documentado, pasear bajo los soportales de Santiago un día de lluvia acompañados del murmullo del agua sobre la piedra tiene un encanto del que alguna vez conviene disfrutar preferimos el sol. Por cuestiones prácticas y el buen resultado final que nos llevamos en forma de fotografías. Queda claro que estas imágenes son del sábado.

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Plaza de la Quintana

Han pasado unos años desde nuestra ultima visita a la ciudad, y en esta, sin más pretensiones vamos buscando algunos rincones y lugares conocidos. Suele haber cambios –para mejor y peor- y nos refrescan los recuerdos de viajes anteriores.

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Paseo bajo los soportales, por las calles empedradas.

Llegamos a la ciudad por la zona de San Marcos. Nuestro hotel –de nombre Santiago Apóstol- está en las afueras y aprovechamos para instalarnos. El hotel me recuerda a uno de estos típicos para viajantes y otras gentes que acuden a cualquier ciudad de provincias por algún asunto de trabajo. Sirvió de sobra para su cometido: no volvimos a él hasta la noche y nos fuimos pronto por la mañana.

Aparcamos lo más cerca del centro que podemos y nos olvidamos del coche. En Santiago estorba, como en muchos otros sitios. Todo esta a mano para llegar caminando y disfrutar del ambiente único que tiene la ciudad.

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Fin del camino. El equipaje de los peregrinos descansa mientras ellos alzan la vista hacia las Platerías.

Nos sorprendió los pocos turistas y peregrinos que encontramos en este viaje. Tal vez la fechas sean la causa. Lo que si me permito recomendar es viajar a Santiago fuera de la época veraniega. El Santiago auténtico es este. Ahora se disfruta el ambiente de peregrinos, estudiantes y residentes Compostelanos; en verano no hay estudiantes y te tocará padecer las hordas de turistas en pantalón corto y camiseta pastoreados por el guía correspondiente.

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Plaza de Abastos. Sábado, animación garantizada en puestos y bares

No se porque, pero se llega a Santiago y uno tiene tendencia a tomar el camino de la Plaza del Obradoiro, como si hubiera que comprobar que todo sigue en su sitio. Resistimos la tentación y nuestro paseo comenzó buscando la Plaza de Abastos. El sábado tiene un gran ambiente y es buen sitio para la hora del vino, que se nos echa encima. El local del Abastos 2.0 se ha hecho famoso y está a reventar.

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Casa de La Troya y placa-homenaje a Pérez-Lugin

Recorremos las cercanas calles comerciales, una vez más contemplamos La Casa de La Troya. La antigua hospedería de estudiantes de Doña Generosa donde Alejandro Pérez-Lugín situó la novela del mismo nombre. De forma muy divertida retrató a los personajes compostelanos y su entorno. En ella se encuentran la esencia de las plazas, rúas y fuentes de Santiago.

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Rúa do Vilar

Mas tarde, paseando por la Rúa do Villar, andamos y desandamos nuestro camino buscando la librería Galí. Era la editora de La Casa de la Troya, donde acudí hace una década a departir unos buenos momentos con el librero y llevarme, entre otros,  un ejemplar sellado y firmado. No encuentro el local y en internet se confirman los peores presagios: Higinio nos dejó hace unos pocos años, con él desapareció la reconocida librería.

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Vinos y bares, en la Rúa do Franco

Ahora si, nuestros pasos van buscando la plaza más recoleta y bonita de Santiago –el  Obradoiro es otra cosa-. Es un lujo encontrar la Plaza de las Platerías casi desierta, con el sol pegando en la fachada sur de la Catedral.

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Plaza de las Platerías

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Abajo, detalle de la Berenguela o torre del reloj

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Aprovechamos para realizar la obligada visita al interior del gran templo Compostelano y el imprescindible abrazo al Santo. Son las dos de la tarde y apenas hay gente, será el recorrido más solitario que hemos realizado por la gran Catedral.

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Botafumeiro

El pórtico de la Gloria –y una de las torres- está en fase de restauración. Los andamios no permiten disfrutar mucho de la genialidad del maestro Mateo. Aquí el tiempo también ha variado los usos y costumbres –ya lo vimos hace unos años-, y la columna central y la cabeza del maestro están valladas. Lejos quedan aquellos tiempos donde pasábamos la mano por la columna y dábamos los tres croques.

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Plaza de Cervantes, al fondo, a la izquierda, Casa Manolo

Se hace tarde para comer. No nos complicamos la vida y vamos a la plaza de Cervantes. Apenas hay visitantes y caminantes. No hay cola para entrar en Casa Manolo. Por 9 € sigue sirviendo comidas. Menú típico con 10 primeros y 10 segundos para elegir. Veo a Manolo detrás de la barra, sigue controlando su negocio.

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Monasterio de San Martiño Pinario

Rodeamos la Catedral por la Plaza de la Inmaculada. La impresionante fachada de San Martiño Pinario domina el entorno.

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Detalle. San Martiño Pinario

Nos llega el sonido de unas gaitas. El lugar no puede ser más apropiado. En el arco que lleva al Obradoiro dos gaiteros lo están dando todo. Un grupo de jóvenes, en su mayoría chicas, jalea la muñeira que interpretan. Nos divertimos viendo como acaban bailando, o por lo menos, intentándolo.

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Plaza del Obradoiro. Un pelín deslucida por los andamios para la restauración.

Luce el sol con fuerza, es lo bueno de estas tierras sometidas a jurisprudencia de un Santo, no siguen la meteorología al uso. Calienta con ganas y nos vamos a la Plaza del Obradoiro. No se puede llegar a Santiago sin dedicar un buen rato a impregnarse del ambiente mágico de este lugar.

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Umm!. Hay obras en la fachada principal. Los andamios siempre incomodan al viajero. No permiten disfrutar de la belleza del lugar al cien por cien. Tratamos de evitarlos con la cámara, por aquello de “ojos que no ven…”. Al fin y al cabo, la fotografía tiene mucho de truco.

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Plaza del Obradoiro

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Con el ojo de pez. La plaza y fachada del Palacio de Rajoy, levantado por el arquitecto Lemaur, el mismo que trazo la mayor parte del Canal de Castilla.

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Caminante, no hay camino…

No faltan los caminantes que llegan a Compostela en esta jornada. En la Plaza tienen su meta a la vista. Abstraídos, se tumban en el suelo, al calor de la piedra; clavan su mirada en la Catedral y –seguro- rememoran lo que ha deparado el Camino. Algunos habrán encontrado lo que buscaban.

Los dejamos absortos en sus pensamientos y emprendemos un paseo hasta la Alameda.

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Santiago de Compostela, vista desde la Alameda

El céntrico parque Santiagués pica en un ascenso suave. Desde él, una de las mejores vistas del casco antiguo de la ciudad. El paseo está sembrado de bancos para sentarse a contemplar el entorno. Uno de ellos con la figura de Valle-Inclán.

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Una vista más desde la Alameda, y detalle de la fachada de la Catedral

El domingo amaneció con clima más propio de lo que aquí se espera: agua a manta. Chocolate en el centro viendo la F1 y leyendo El Progreso; asalto reglamentario a un par de confiterías. Sin prisas emprendemos el regreso a León. Uno siempre espera que el camino –aunque sea de vuelta- depare sorpresas agradables.

En este caso aconteció en Melide. Cruzando la población vemos animación creciente. Gente, mucha gente de todo el contorno y un gran mercado en la calle. No lo pensamos dos veces. Buscamos donde aparcar y a ver que descubrimos.

En el mercado hay de todo. Acabamos comprando quesos frescos gallegos de fabricación casera y, lo mejor, descubrimos la gran industria pulpera que mueve este pueblo lucense. Melide esta plagado de pulperías;  y las pulperías abarrotadas de gente.

En Ezequiel hierven los pulpos, uno tras otro, en la burbujeante agua anaranjada. Los preparan y cortan con maestría, tres personas no da a basto a despacharlos. Un manjar que me recuerda al famoso pulpo de Casa Villaronta (Ribadeo).

Nos vamos de Galicia, no sin antes prometer próximas visitas, en cuantas ocasiones surjan. Eso si, que sean pasando por Melide.

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La Catedral vista desde la Quintana

4 comentarios:

  1. Pero mira que es bonito Santiago! Me ha encantado la entrada.
    Un saludo
    Carmen

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  2. Si que es bonito, si... no se cansa uno de recorrerlo.

    Carmen, un saludo y gracias por comentar.

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  3. Varias veces visité Santiago, en coche, bici, moto......pero nunca me detuve el tiempo suficiente para conocerla, me has puesto los dientes largos, tengo que hacer noche allí. Ah, y de las fachadas andamiadas sabemos un cuanto en León :-D.
    Saludos.

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  4. Buena y bonita ciudad, Cristalines, de las que no cansa volver con cierta frecuencia... y de las que hay que conocer de noche, con un ambiente y luz distinta a la diurna.

    Y buen sitio para ir en moto, huyendo de las autovías, por las carreteras generales y, a poder ser, siguiendo el trazado del Camino. Hay cosas muy interesantes, unas de piedra y otras emplatadas... merece la pena de verdad.
    Saludos,

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