Samos (Lugo)

Un extraordinario Patrimonio

El fin de semana en tierras de Lugo nos deja la mañana del domingo para acercarnos a Samos. Queremos conocer su entorno y el impresionante monasterio que allí se levanta.

Partimos de Lugo una soleada mañana de Marzo, nos separan de Samos unos 45 Km. En las cercanías de Sarria vemos como la zona nos va a regalar un paisaje espectacular. Verdes praderas y el agua como acompañante en muchas partes de nuestro trayecto.

Samos está situado en un entorno natural de gran belleza, en el valle que da entrada a los montes de Pedrafita.

El rio Sarria -u Oribio- transcurre por el entorno. Lo mismo baña las paredes del Monasterio como ofrece lugares increíbles para pasear por su orilla.

Dejamos el coche a las puertas de la parrillada O´Gayo, tiene una agradable terraza próxima al rio y es el lugar elegido para comer, una vez realizado el preceptivo recorrido por la zona. Vemos que hay algún establecimiento más, incluso con terraza al borde del inigualable paisaje del rio, pero se limitan a trabajar en primavera y verano, ahora están cerrados.

En esta época escasea el turismo en el zona. Apenas vemos media docena de caminantes y un par de familias recorriendo el entorno del Monasterio. Nos comentará la guía que la mayor parte de las visitas que reciben –un 80%- corresponden a extranjeros. La etapa del Camino de Santiago - Triacastela-Sarria- tiene dos recorridos. Al norte, por San Xil, se caminan unos 18 Km. y el itinerario meridional, por Samos llega a los 25. Así, son muchos los que renuncian a conocer este entorno monumental.

Hacemos un breve recorrido por el entorno de Monasterio, en la portería de acceso vemos que la próxima visita se anuncia para las 12,30. Luego tendremos ocasión de comprobar que los horarios son indicativos, yo creo que la amable guía que nos acompaña lo enseña las veces que haga falta si hay visitantes interesados.

Un corto recorrido por la iglesia, abierta porque va a comenzar la misa y nos vamos a dar un paseo por el entorno, hasta que llegue la hora anunciada para visitar el interior.

Un buen y agradable paseo circunda al Monasterio. Se puede alargar remontando el curso del rio, rodeado de viejos arboles cubiertos de musgo y verdín. Se respira el frescor de la mañana.

A la hora indicada en la entrada nos vamos a la portería, no queremos pasar por Samos sin conocer su gran Monasterio. Un buen rato de espera, no sabemos si hay o no visita, no se mueve un alma.

Por fin aparece la guía, acompañada de un par de familias. Nuestra amable acompañante nos dará todas las explicaciones oportunas y disfrutamos de una larga visita guiada para 4 personas. Un lujo. El precio: 3 € por visitante.

El recorrido transcurre por los lugares más interesantes del gran Monasterio Benedictino. Hay tiempo para admirar el famoso y gigantesco claustro del Padre Feijoo. El más grande del país, cada lado del mismo supera los 55 metros.

De él, se pasa al claustro pequeño o de las “Nereidas”.

Detalle de la fuente de las Nereidas

Bonita construcción decorada en el centro con la curiosa y rara fuente barroca de las Nereidas (siglo XVIII).

Recorremos las plantas superiores. En el interior hace un frio centenario. Inmensos pasillos y escaleras. Envidiable estado de limpieza y conservación, que resulta sorprendente cuando preguntamos cuantos monjes hay en la comunidad. Son 15, y la mayoría superan los 70 años de edad. Nuestra guía nos comenta las enormes dificultades que hay actualmente para mantener estas grandes instalaciones con tan escaso numero de habitantes. Raya el milagro.

Admiramos las pinturas del primer piso. Creaciones modernas realizadas en los años 50, con la reconstrucción del gran incendio que asoló el Monasterio.Varios de los frescos con curiosos efectos visuales. Los personajes siguen al visitante a medida que este cambia su ubicación.

En esta época Antonio Machín triunfaba con el bolero “Angelitos Negros”.  En Samos no se olvidaron de ellos, en un guiño a la modernidad pintaron “angelitos negros”; y a Sara Montiel.

“Siempre que pintas iglesias, pintas angelitos bellos, pero nunca te acordaste de pintar un ángel negro”

El Monasterio de Samos, fundado en el siglo VI, ha estado sometido a múltiples avatares de la historia. Abandonado durante la invasión musulmana, protegido por los reyes alcanzó gran notoriedad durante la Edad Media. sus dominios se extendían en muchos kilómetros a la redonda.

Sufrió dos grandes incendios, tras los cuales hubo de ser reconstruido. El primero de ellos en 1558 y el segundo en 1951.

San Benito custodia la entrada de la iglesia

En las épocas de esplendor su potencial económico fue inmenso. Sirva de ejemplo como la gran iglesia barroca se levantó en apenas 15 años (1734-1748). Todo un record para los medios de esta época.

O como, tras el gran incendio de 1951 que está perfecta y gráficamente documentado con las fotografías expuestas en las paredes del piso superior del claustro. Impactantes imágenes que nos muestran como solo resistieron al fuego los muros de piedra. Una vez más, dando muestra de su pujanza, fue reconstruido en 5 años.

En el interior de la iglesia, entre los libros expuestos, destaca una reproducción del código Calixtino, de actualidad por los avatares sufridos por el original en Santiago de Compostela.

Finaliza la larga e interesante visita. Comemos en la parrillada, de chiripa encontramos mesa, y tras un buen descanso en la soleada terraza nos vamos, no sin antes volver a recorrer el entorno de monasterio.

En Samos ya es primavera, y como bien dice uno de los paneles, que informan de la los modos y costumbres de la vida monástica, disfrutamos de “un extraordinario patrimonio”.