El gigante de la Provenza
Hacia la cumbre del Mont Ventoux, puerto mítico para los aficionados al ciclismo
Vamos a recorrer una de las zonas que más interés había despertado preparando el viaje. Desde Apt viajaremos hacia el norte para conocer Sault, situado en una de las mayores zonas productoras de lavanda. La época de floración ya ha pasado en la mayor parte de los sitios, solo hemos visto los campos de lavanda ya segados. Tenemos la esperanza de encontrar alguno en flor en las zonas más altas.
Subiremos el Mont Ventoux; la solitaria montaña domina la Provenza con su cumbre a 1912 m., con diferencia la más alta de la región. En la cima del Mont Ventoux decidiremos por donde sigue el viaje de la jornada, según el tiempo y las ganas que nos queden.
Salimos pronto de Apt, por una revirada carretera que va tomando altura. A pocos km. cruzamos el bonito pueblo de Saint Saturnin lés Apt. Un poco más adelante encontramos una sorprendente –e inesperada- construcción. No dudamos en hacer la primera parada.
Castillo de Javón
El Chateau de Javón, es un edificio del siglo XVI de fachada renacentista. Hay carteles advirtiendo que es una propiedad particular. Nos acercamos a ver lo que se pueda. Llegamos a su fachada y desde la puerta enrejada oímos las gallinas, ahora dueñas del patio.
En la fachada, hacia la carretera, una reja deja ver la parte trasera, el jardín y el estanque lleno de nenúfares. Al lado derecho del edificio, una bonita entrada rematada por dos torrecillas.
Retomamos la carretera y a pocos kilómetros llevamos una agradable sorpresa; encontramos el primer campo de lavanda en flor. ¡Qué color! Nueva parada.
Nos acercamos para caminar entre los surcos de lavanda, atraídos por el olor que desprende. El silencio de la carretera deja paso a un fuerte zumbido. Cientos de insectos saltan de flor en flor. Abejas y mariposas no se detienen en su trabajo. Pasamos un buen rato impregnándonos del aroma a lavanda y observando los bichos que nos rodean. Un ramillete de lavanda hará que su perfume nos acompañe durante varios días en el coche.
Las mariposas trabajan incansables en las plantas de lavanda
Corto trayecto y nueva parada en otra finca de lavanda –a este paso vamos a llegar al Mont Ventoux de noche, pero no tenemos prisa-. Aquí está comenzando a florecer, le falta una semanita para estar bien, nuevo paseo por la plantación, donde unos turistas con niños se detienen para hacer unas fotos con ellos corriendo entre la lavanda.
Al otro lado de la carretera ya tenemos a la vista el Mont Ventoux. Inconfundible su pelada cima-sin ningún tipo de vegetación-, rematada por una gran torre de comunicaciones. Como un faro que domina la región. La cumbre parece estar siempre nevada. Es el efecto visual de la piedra calcárea blanca, pues la nieve desapareció en abril.
Campos de lavanda segados en las cercanías de Sault
Llanura de Sault, el pueblo en la esquina superior derecha
Nos acercamos a la población de Sault; comienza la bajada, hay un mirador con buena vista del pueblo encaramado en el promontorio y extensos campos del valle, los inconfundibles de lavanda ya segada y dorados de trigo. Unos paneles rinden homenaje a los combatientes de la resistencia, describiendo una escaramuza de la II Guerra Mundial. Desde aquí se domina la carretera hacia el pueblo y se liaron a tiros con los invasores.
Desde el puente sobre el rio Croc, a la entrada del pueblo, vemos como las casas trepan hacia la cima de la colina. Recorremos el pueblecito –pequeño, unos 1.300 habitantes.-.
Sault es turístico, con unos cuantos comercios dedicados a la venta de jabones, aceite, y derivados de la lavanda. Calles estrechas y alguna plaza con encanto. Un buen paseo y aprovechamos la cercanía de la hora de comer para reponer fuerzas. La subida al Mont Ventoux es dura y hay que hacerla en condiciones ;).
Típica tienda en Sault y detalles de la localidad
A la salida de Sault –hacia el Mont Ventoux- hay unos paisajes preciosos, los colores de los campos de trigo y lavanda se mezclan con el verde de los suaves montes cercanos.
Vemos muchos ciclistas por la localidad, será una constante en el entorno del Mont Ventoux. Es un puerto de leyenda en el Tour de Francia.
Se puede ascender por tres vertientes. En todos los casos más de 20 Km. de subida –entre 21 y 26 km-. Según la carretera elegida se salva una diferencia de altura hasta la cumbre entre 1.220 y 1.610 metros (¡casi nada!).
Subiendo el Mont Ventoux; a las 2 de la tarde un día de Agosto.
La más dura es la vertiente sur, desde Bedoin, 22 km. de subida y 1610 m. de desnivel. Los últimos 16 km. con una pendiente media del 10%, y donde acostumbran a soplar ráfagas de viento. Es el recorrido que se realiza en el Tour.
Nosotros vamos a subir desde Sault, 26 km de subida y 1.220 m. de desnivel. Desde el llamado Chalet Reynard –donde acaba la vegetación y comienza el paisaje lunar- la subida es la misma que desde la vertiente sur.
Bici p’arriba, bici p’abajo. ¡Que afición!
Mediodía, sol de agosto, calor. Tomamos la carretera que nos llevará a la cima del Mont Ventoux; hemos encontrado muchos ciclistas en Sault, y ahora vemos unos cuantos bajando –eso sí que tiene que ser una gozada-. Creía normal subir por la mañana, más fresquito. Pero encontramos muchos subiendo a estas horas, tal vez se lleve bien, la cuesta es la misma y pasados los primeros km. hay una temperatura cada vez más suave al ganar altura y un vientecillo que no para de soplar.
En moto me habría apuntado a subirlo, como esta pareja de holandeses que, más tarde, encontraremos en la cumbre. Ella (foto dcha.) lleva como remolque para equipaje una especie de bidón, a esta altura y lleno de cerveza fría alcanzaría un valor incalculable.
El trayecto transcurre por los fértiles campos que rodean Sault, comenzamos a subir y más ciclistas en las dos direcciones. Parece que los franceses –hombres, mujeres y niños- han decidido que hoy es buen día para subir al Mont Ventoux. El tráfico de coches es escaso, muchos son acompañantes de los ciclistas y paran en las amplias curvas para animarlos.
Fontaine de la Grave, en la subida al Mont Ventoux
Nos detenemos a la altura de la Fontaine de la Grave –a unos 5 km de la cumbre- para disfrutar del paisaje y ver el esfuerzo de los sufridos ciclistas. Aprovechamos el agua tan fría de la fuente para completar nuestro avituallamiento. Unas uvas de la zona compradas en Sault saben como nunca, acabamos de comer pero subir estas cuestas abre el apetito. Se detiene un monovolumen y bajan dos mujeres y dos niños que jalean a su padre; gritan su nombre como descosidos, con una pasión que dan ganas de sumarse al coro de animadores. El hombre viene pedaleando a un ritmo cansino pero constante, todavía le queda un buen trecho hasta la cima pero animado por los niños en cada curva seguro que llega de un tirón.
No sé como un tío normal puede subir en bicicleta esa kilometrada y semejante pendiente, pero lo hacen. No faltan las motos, más tarde veremos cómo algunos dan pasadas, subiendo y bajando más de una vez.
Los Alpes, desde el Col de Tempêtes
Una vez superada los kilómetros iníciales la carretera es muy ancha, transcurre por una zona boscosa hasta llegar a la “zona lunar”, desaparecen los arboles y cualquier tipo de vegetación, todo es un gran pedregal blanco, que desde la lejanía simula nieve. Desde abajo creíamos que sería roca, pero es una inmensa extensión de pequeñas piedras.
Vista, hacia Sault
Cerca de la cima, dominada por la torre de comunicaciones
Seguimos hasta la cumbre, donde encontramos un buen un sitio para aparcar muy cerca de la gran torre de comunicaciones, más de 50 m. de altura, levantada en los años sesenta. Visible a muchos km. de distancia forma parte de la silueta inconfundible del Mont Ventoux.
Torre meteorológica y de comunicaciones en la cima del Mont Ventoux
Negocios turísticos en la cumbre del Mont Ventoux
La cima está muy concurrida, hay puestos de embutidos –salchichón de la Provenza-, dulces y otros comestibles. Gente de todo el mundo que ha subido en coche, moto o bici.
Me fijo en las Harley de la pareja de holandeses errantes que vimos subir. El, con la moto personalizada, a tope de bolsas. Otro holandés se acerca y le hace un comentario sobre el remolque, pero en ese idioma no hay forma de enterarse de nada.
Casi, casi… desde el cielo. Sin palabras
Aquí corre una “brisilla” que invita a quedarse a pasar la tarde. Por suerte no sopla fuerte, el Mont Ventoux es la cuna del Mistral, viento muy frio que azota casi constantemente la montaña (…de ahí el nombre, monte ventoso).
Desde sus 1.912 m. de altura (1.919 marcaba el GPS) dominamos, subidos a este faro pedregoso, el valle de viñas, huertos y campos de lavanda que rodean la zona de Sault. Es un rico y bonito paisaje.
Lo mejor está por venir, caminamos a un mirador hacia la otra vertiente y aquí la vista quita el hipo. Un inabarcable mar de montañas se abre a nuestros ojos. El paisaje es formidable. Tenemos delante –a muchos kilómetros- los Alpes.
Pasamos un buen tiempo observando las montañas. En el mirador se encuentran marcados los pueblos y picos que hay a la vista. Al llegar se ven de forma menos nítida, pero algún cambio de tiempo hace que las cumbres se dejen ver con claridad. El teleobjetivo y los prismáticos nos sirven para tenerlos un poco más cerca. Siguiendo el perfil marcado en el mirador vemos la silueta del Mont Blanc (casi 5.000 m. de altura), y podemos identificar otros picos y poblaciones.
La zona del Mont Blanc, vista con el teleobjetivo
Del Mont Ventoux nos llevamos unas vistas inolvidables.
Decidimos bajar por la vertiente que lleva al pueblo de Malaucéne, seguiremos hacia Bedoin, y llegaremos –casi a la misma altura de Sault, de dónde venimos- hasta Villes Sur Auzon, Cruzaremos la garganta del rio Nesque, dirección a Monieux (otra vez a 3 km. de Sault). Por lo que he leído la garganta es un paisaje recomendable y vamos a comprobarlo.
Un último vistazo al valle y a los Alpes desde la cima del Mont Ventoux, comenzamos a descender.
Por este lado… también hay ciclistas!
Comienza una fuerte y prolongada bajada, pasadas las primeras curvas la carretera es muy buena y ancha. Bajamos en 4ª -80, 90 km/h- Sé que este ritmo no va a durar mucho. Hay que pegar buenos frenazos antes de las curvas y a los 3 o 4 km. el tacto del pedal de freno se vuelve esponjoso y la frenada se alarga de forma alarmante. Ya tenemos el esperado calentón de frenos, el olor que comienza a invadir el coche lo confirma. Se acabó la alegre bajada, 3ª y suave, quedan muchos km. para llegar hasta abajo y por esta vertiente el desnivel es descomunal. Compruebo en el GPS como descendemos desde los más de 1.900 m. de altura de la cima hasta los 300 m. de Malaucéne.
Entre viñedos, al pie del Mont Ventoux
Abandonamos la buena carretera del puerto y por otra de segundo orden llegamos hasta Villes Sur Auzon. Comenzamos a adentrarnos en un paisaje de montes más cerrados. La carretera se va estrechando y bordeando la montaña.
Garganta del rio Nesque
Se supone que el rio Nesque transcurre por la profunda y cerrada garganta, no conseguimos verlo, tal vez el poco caudal de esta época sea la causa. Muchas curvas y nos detenemos en unos miradores que hay acondicionados. Buen paisaje, pero nos ha resultado cansado llegar hasta aquí, y menos atractivo de lo esperado. Seguramente influidos por la grandeza de lo visto en el Mont Ventoux.
Por la garganta del Nesque. La carretera…. de garabatillo; menos mal que no había nadie
Conclusión, si subes al Mont Ventoux no sigas a las gargantas del rio Nesque. Te ahorrarás unos cuantos km. por una estrecha y revirada carretera de montaña que transcurre por un bonito paisaje, pero no tan impresionante como el que acabas de dejar.
Por la garganta del Nesque seguimos viendo el Mont Ventoux
Es media tarde; continuamos nuestro viaje dirección sur, ya de regreso hacia nuestra base de operaciones en Apt. Como tenemos tiempo, para no repetir la ruta de ida desde las inmediaciones de Sault, bajaremos por carreteras comarcales, algunas de cuarto orden, entre bosques, viñas y campos de cultivo, con la mole del Mont Ventoux a nuestra espalda.
Ultimo campo de lavanda, a orillas del rio Nesque
Camino solitario por el que cruzamos algunos pueblecitos pequeños, vamos en dirección a Gordes. Es uno de los llamados pueblos de “piedra”. Localidades atractivas encaramadas o colgadas en la ladera de alguna montaña, casi todas rematadas en su cumbre con algún castillo, iglesia; o las dos cosas.
Antes de llegar a Gordes nos desviaremos a la Abadía de Senanque, para ver uno de los paisajes más típicos de la Provenza, y llegaremos a Fontaine de Vaucluse con el sorprendente nacimiento del rio Sorgue. Lugares con encanto que dejo para otro post.
Anochece cuando llegamos a nuestro hotel en Apt. Cansados, muy cansados, después de recorrer 220 km en una larga jornada. Recorrimos lugares que dejaron grabadas, en nuestra memoria y la tarjeta de la cámara, algunas de las mejores imágenes del viaje a la Provenza.
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