Arte milenario
Segundo día en Londres, llegamos en un corto paseo desde el hotel hasta el British. El Museo por excelencia de Londres, al que vamos con la idea de visitarlo un par de veces durante la semana de estancia en la ciudad, es gigantesco y no queremos saturarnos.
Es una hora temprana, antes de las diez y no han abierto las salas, así aprovechamos para pasear tranquilamente por la espectacular Great Court.
La obra de Foster es muy llamativa. El techo de cristal y acero que cubre el gran atrio proporciona distintas vistas a medida que se mueve el sol, proyectando unas sombras de su estructura que parecen envolver todo en una gran red.
Se acerca la hora abrir y se va llenando rápidamente de visitantes.
Buscamos directamente el acceso a la zona del antiguo Egipto, en la primera planta, aquí se puede ver la colección de arte egipcio más grande, fuera del Museo de El Cairo. Es su colección más famosa y llamativa, innumerables sarcófagos, momias –de individuos y animales-, papiros, joyas y objetos cotidianos.
Esta colección se completa con la exposición en la planta baja de una de las obras emblemáticas del British: la piedra de Rosseta, grabada en griego antiguo, en el leguaje de los dioses (jeroglíficos) y en la escritura de la gente (demótica); fue clave para descifrar el antiguo idioma egipcio que no había podido ser traducido.
Apenas se puede observar con tranquilidad pues una nube de gente pulula continuamente alrededor de la gran urna de cristal que la contiene. Todo insistimos en hacer la foto, seguramente con el mismo nefasto resultado, por los brillos y reflejos del cristal protector. Leo que,con diferencia, es el objeto más visitado del museo.
Excepcionales las salas de las momias y sarcófagos, que nos acercan al culto a los muertos de esta cultura milenaria. Se exponen momias que no han sido tocadas, o acompañadas de los estudios radiológicos que se han efectuado para ver su interior, escenificaciones de enterramientos que representan como se encontraron los cuerpos y los objetos que los acompañaban. Curiosos e ingeniosos artilugios creados para extraer los líquidos de los cuerpos, las “herramientas” para embalsamar.
Recorremos las vitrinas que guardan los sarcófagos; que trabajo tan increíble y detallado, no hay un milímetro e madera sin decorar. Lo mismo sucede con los dibujos y pinturas, o las bonitas joyas que eran capaces de diseñar.
Lleva su tiempo recorrer la gran exposición –es mayor que la del Louvre-, el resto de la mañana recorremos de forma más ligera algunas salas de la zona del Imperio Romano, Azteca, Indio Americano y la forma de vida en el Polo Norte.
Encontramos y vemos, con más detalle, una colección de relojes. Muy interesante, algunos de ellos con mecanismos muy complicados o vistosos, en los que la medida del tiempo sirve para distraer al que lo contempla.
No faltan algunos objetos curiosos como los billetes de Zimbabue de valores inabarcables, en la imagen uno de cien trillones de dólares –seguramente el valor de un kilo de patatas-. Eso si que es estar en crisis.
Ya cansados buscamos la piedra de Rosseta –no queremos irnos sin verla-, y recorremos las enormes salas contiguas para ver los frisos y esculturas del Partenón de Atenas. Salimos convencidos de que el Partenón está en Londres, en Atenas apenas debe quedar el chasis.
Grandes obras en este gran museo de la antigüedad; como es habitual en este tipo de colecciones rodeadas de polémica por como fueron conseguidas, generalmente en etapas de colonización o sacadas de sus países de origen mediante dudosas compras y sobornos. Sucede con el contenido del Louvre y de algunos museos Alemanes (inolvidable el busto de Nefertiti en Berlín). Ya hace muchos años que países como Egipto y Grecia (los grandes damnificados en el tema del arte) se consideran expoliados y mantienen una reivindicación permanente sobre las mismas, los propietarios actuales tratan de contrarrestarla alegando que las circunstancias políticas o económicas de sus países de origen habrían impedido conservar adecuadamente estas obras irrepetibles. Polémica que, seguramente, continuara unos cuantos años –o siglos- más.
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