El gueto veneciano

La Venecia de los judíos

Campo del Gheto Novo

Primera tarde en Venecia; ávidos por recorrerla iniciamos un largo paseo desde nuestro alojamiento en la plaza de Sant’Angelo.

Cruzamos el Campo Manín y continuamos dirección a Rialto, tras un leve  desvió para ver la Scala del Bovoli –el palacio no se puede visitar, está en obras  por restauración-.

En la zona del mítico puente tomamos contacto con el ambiente más turístico de la ciudad; aquí uno es consciente de que –por fin- esta en Venecia. Turistas haciendo las típicas fotos del  Gran Canal desde el puente, gondoleros que te persiguen, terrazas (a pesar del frio), y gente en un interminable trasiego en la zona más comercial de la ciudad.

Vamos hacia uno de los destinos que teníamos señalados en nuestro viaje, y el que más lejos nos quedaba de nuestro alojamiento. No queríamos pasar por Venecia sin recorrer la zona del antiguo gueto y el barrio de Cannaregio.

Scala del Bovoli

El nombre del barrio deriva de la palabra cañaveral (canna) que, al parecer, abundaban antiguamente. Es una zona de casas populares, tirando un punto a ruinosas, en el que vemos la Venecia menos turística. Canales estrechos y solitarios, casas desconchadas, ropa tendida que nos hace sentir la Venecia popular.

El termino gueto nació en Venecia para denominar el barrio donde se asentaban los judíos y, en su origen, sin la connotación actual debido a las atrocidades de la II Guerra Mundial. Durante muchos siglos la palabra no se asociaba al horror, sino que implicaba seguridad y protección.

El origen de la palabra ghetto (castellanizada gueto) deriva del término italiano gettare (fundir). Cuando se otorgó a los judíos el derecho a vivir en su propio barrio, el lugar elegido fue el entorno de una fundición situada en Cannaregio.

En una época que eran perseguidos no fue sencillo lograr un asentamiento, pero su potencial económico hizo que los Venecianos no tuvieran mucho interés en rechazarlos.

Vivir en un barrio donde se concentraba a determinado grupo de habitantes no tenían connotación discriminatoria, al contrario se consideraba un privilegio, y era una manera de controlar y garantizar su seguridad. Seguían sus costumbres y gozaban de su propia jurisdicción. Sus médicos eran apreciados y con gran reputación.

El pragmatismo comercial de los venecianos los liberaba de las amenazas que sufrían en otros lugares de Europa a causa de su religión. El precio era pagar grandes impuestos, sufragar algunas recepciones ofrecidas a grandes personalidades y soportar algunas costumbres discriminatorias de la población cristiana; por ejemplo, en carnaval obligaban a disputar una carrera a algunos judíos medio desnudos, forzados a repetirla varias veces porque los cristianos alegaban que hacían trampas. La masa se divertía tirando piedras o golpeándolos.

Entrada al Gueto Novo

El puente de madera del Gueto Novo nos lleva a través de un oscuro pasadizo al despejado Campo. El gueto estaba totalmente rodeado por agua, tenía solo dos entradas con puertas que se cerraban al anochecer, vigiladas por guardias cristianos pagados por los judíos.

Aquí veremos las casas más altas de Venecia. Al ser un espacio cerrado y crecer la población se fueron añadiendo pisos a los existentes, o se partieron a media altura las plantas construidas con el resultado de una altura interior muy limitada (parece ser que inferior a los 2 metros).

A la izq. la Casa de Reposo y el monumento a los deportados

En la plaza encontramos la Casa de Reposo, construida en 1890 y en funcionamiento. Tristemente famosa, pues en los años de persecución nazi de allí salió la fila de judíos venecianos hacia los campos de concentración. En las paredes laterales diversas placas y esculturas mantienen la memoria de lo sucedido. Entre ellas la titulada el Ultimo Tren donde figuran los nombres y edades de los deportados.

Nos llama la atención ver cerca de la Casa de Reposo, una especie de kiosko-garita, con dos policías con armas largas, tal vez como protección al homenaje y recuerdo de lo que representa este Campo… ¿No aprenderemos nunca?…

 

Paseamos por las estrechas calles que bordean la plaza, en los alrededores una sinagoga y centro judío en el que subsisten una carnicería y una panadería con típicos productos Kosher. Nos despedimos de la silenciosa plaza imaginando la vitalidad que debió tener en otra época, animada por los gritos de los comerciantes y los bancos de prestamistas.