Diamante en bruto en la antesala de la ruina
Bolhão pasa por ser el mercado más emblemático de Oporto. Toda una manzana en pleno corazón de la ciudad, con una entrada en cada lado, por las Ruas Formosa, Fernándes Tomás, Alexandre Braga o Sa Bandeira podemos acceder a su interior.
Un bonito y monumental edificio neoclásico, de dos plantas, cobija dos grandes patios interiores donde hay puestos de carne, pescado frutas y verduras, embutidos, flores, mantelerías y toallas (por supuesto) y vinos de Oporto.
El mercado en sus buenos tiempos (fuente Internet)
Hacia el exterior Bolhão está dividido en diversos espacios que albergan comercios tradicionales y modernos. Cafeterías, textil, joyerías o perfumerías ocupan los locales. Por fuera es magnifico.
Su nombre, es una antigua referencia al terreno donde se asienta. En este lugar un barrizal cruzado por un regato formaba una gran balsa de agua, bolha de água en portugués; de donde derivó su nombre: “Bolhão”.
Una de las entradas al mercado
El edificio acabó de construirse en 1914, y casi estamos en condiciones de asegurar que las modificaciones sufridas a lo largo del tiempo son leves; tan leves que prácticamente se conserva como fue construido.
Hoy, por desgracia, el interior del mercado está totalmente degradado.
Su estructura, apuntalada, reclama a gritos una rehabilitación que ya se estimó necesaria hace 30 años, cuando los servicios municipales detectaron graves deficiencias en la construcción.
Tenemos a un paso de nuestro hotel el Mercado de Bolhão, y nos acercamos a conocerlo un día de diario a primera hora. Exteriormente es una magnífica construcción, pero superar el umbral por cualquiera de sus puertas es un viaje en la máquina del tiempo.
El gigantesco interior, dividido en dos grandes patios por una pasarela, muestra de forma descarnada la huella imborrable de la desidia y el olvido.
La mayor parte del piso superior esta apuntalado, sostenido por andamios y lonas que ocultan las graves heridas de este mercado centenario.
Los puestos agonizan anclados en los años 60, con un aspecto antiguo y dejado. No invitan a la compra… aunque tampoco hay muchos clientes. Es más, comprobamos que la mayoría de visitantes que pululan por el mercado son turistas como nosotros.
Recorremos con detalle el piso inferior del mercado, donde hay más actividad. Su distribución es la de un mercado de abastos de hace 50 años. Su estructura conserva el encanto que debió tener en los años de esplendor. Unas curiosas casetas de obra dan cobijo a los diferentes puestos.
La oferta comercial, poco interesante. Una gran mayoría de puestos poco tienen que ver con el típico mercado de abastos. Hace años que su tabla de salvación debe ser el turismo y a ella se agarran.
Así, encontramos muchos puestos que ofrecen los típicos vinos de Oporto, en presentaciones al uso para turistas.
A su lado sobreviven puestos de plantas y flores, compartiendo entorno con cachivaches decorativos de discutible gusto; donde se mezclan los artículos de comercio chico con los gallos de Barceló.
No faltan las toallas y manteles tan apreciados…
Finalizamos el paseo por el interior del mercado de Bolhão, impregnado de un ambiente decadente y tristón difícil de describir. El optimismo de algunas guías turísticas aún lo describen como un “un viaje en el tiempo”. Más bien “el viaje se lo está dando el tiempo…”, y lleva camino de aplastarlo.
Nada que ver con los mercados que trasmiten, a quién los visita, la vida y el pálpito comercial de una ciudad.
Volvemos la vista atrás antes de irnos. No podemos resistirnos a imaginar como luciría en este entorno la oferta comercial de algunos de los mercados madrileños, o de la misma Boquería. Bolhão los miraría de tú a tú.
Cualquier gran ciudad suspiraría por tener un edificio con las características del Bolhão para su mercado. Situado en un magnífico entorno, en pleno centro de Oporto y rodeado de notables muestras de la arquitectura portuguesa muy bien conservada. Justo lo que le falta a su interior.
Por suerte, en estas mismas calles se le quita a uno el mal sabor de boca descubriendo las magnificas y antiguas tiendas de ultramarinos, garrafeiras, mercearias y confeitarias perfectamente cuidadas y conservadas; con una oferta de productos que hacen la boca agua… Hay tantas, y tan buenas, que merecen otro post.
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