…y nos dieron las doce…
Brujas está dominada por el Campanario (Belfort, en neerlandés) situado en la Grote Markt. La espectacular torre no forma parte de ninguna iglesia, sino del Hallen –antiguo mercado cubierto-. El edificio se fue ampliando en el transcurso de los siglos y al mercado original se añadió un primer campanario, destruido por un incendio en el año 1280. A finales del 1400 se construyó la estructura cuadrada de la torre, en los siglos siguientes diversas modificaciones dieron lugar al Campanario que conocemos hoy en día.
Desde su torre se obtiene una de las mejores vistas de la ciudad, es, con mucho, el edificio más alto. Como se puede visitar y subir a la torre, no íbamos a desaprovechar la oportunidad de ver otra perspectiva de Brujas.
Ya habíamos visto una cola numerosa, así que uno de los días nos acercamos a ella antes de que los autobuses llegasen con su cargamento diario de turistas.
Accedemos por la parte de atrás de la Markt, apenas hay media docena de visitantes en la taquilla y, con la Brugge Card pasamos al interior.
83 metros y 366 escalones nos esperan.
Con calma iniciamos la ascensión, hay un par de lugares para descansar.
La escalera se va haciendo cada vez más estrecha, y una gran parte es una mareante escalera de caracol, de madera, que se retuerce sobre si misma. Una soga hace las veces de pasamanos interior.
Hay poca gente, se agradece, tiene que resultar agobiante moverse en un espacio tan reducido. Aquí una vista; de la escalera p’arriba y p’abajo.
Una de las zonas de descanso se encuentra en el lugar donde está instalada la maquinaria del reloj y el carillón. Buen sitio para detenerse unos minutos y observar el funcionamiento de sus ruedas y engranajes.
Tras superar el último tramo, con un buen sofocón; se ve que no tenemos muy buena forma física, llegamos a la altura de las campanas. Nos reponemos del esfuerzo y comenzamos a disfrutar.
¡Que bonitas vistas de la ciudad!. Prácticamente, hasta donde alcanza la vista no se aprecia ningún edificio que rompa con la altura de las antiguas casas.
Se obtiene una buena perspectiva de la Grote Mart.
Con sus casas de colores y las terrazas que ya empiezan a estar concurridas. Los turistas haciendo cola para coger los coches de caballos.
Vista de la Markt y, en la foto derecha, la Catedral de San Salvador
Disfrutamos del paisaje en el reducido espacio que dejan las campanas y aprovechamos para disparar la cámara en todas las direcciones. No tenemos ninguna prisa por bajar –con lo que nos había costado subir-.
La torre de la Onze Lieve Vrouwekerk (Iglesia de Nuestra Señora) y vista de los canales
Comienza a sonar la música del carillón. Que bien; la visita acompañada por la música del reloj… unos segundos después un tremendo mazo de piedra situado a menos de dos metros golpea una gran campana. Me vibraron hasta las lentillas. Vaya es una hora en punto… Al tercer campanazo pregunto:
- ¿Que hora es?.
- Son las 12.
- ¿Las DOCE?. Esto va a dar las 12 campanadas?.
Las dio; vaya que si las dio. Solo nos faltaban las uvas.
Lo tomamos con humor, nos tapamos los oídos, pues el ruido ahí dentro era para reventar los tímpanos, y esperamos a que terminara el “concierto”. Muy aconsejable subir a partir de esa hora.
Una vez que lo “vimos todo”, bajamos tranquilamente. Con las paradas obligatorias para dejar pasar a los que subían –ya eran bastantes- y el espacio es muy escaso.
Para reponernos del susto; el último “campanazo” lo damos en una de las terrazas de la Markt, enfrente de la torre, con una buena cerveza belga tipo Dubbel. Cómodamente sentado monto el teleobjetivo de 250 mm y nos llevamos unos primeros planos de la Belfort.
Son la una menos diez de la tarde. Una tranquila mañana de las vacaciones se completa con la cerveza y, un poco más tarde, la comida un la terraza de otro restaurante en la misma plaza. Contemplando el bullicio y el ir y venir de los visitantes en la Grote Markt.
Como en otros muchos lugares, la cerveza en la Markt sabe diferente para este viajero.
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