Para no perdérselo

Edam, la ciudad del queso

  Damplein- Edam

Resultó un final muy acertado para la excursión que habíamos comenzado en Volendam. Nos gustó tanto que se merece un post, y de paso, dejar el recuerdo de los bonitos parajes que vimos.

Apenas la separan 30km de Ámsterdam, pequeña, con poco más de 25.000 habitantes dicen las guías; y famosa, muy famosa por el queso que lleva su nombre.

Damplein, con su parte central sobre elevada

Llegamos al atardecer, la escasa animación que había en la plaza principal –la Damplein- provenía de la terraza de un hotel, donde ya se disponía la cena. El comercio ya estaba cerrado y solo una quesería encontramos abierta en la plaza de Edam.

Curiosa la plaza central, con una zona sobre elevada –por debajo pasa un canal-, y todo el pueblo con unas típicas casas de ladrillo holandesas.  Unos niños juegan en los bancos y muestran interés por los únicos visitantes que hay a esa hora.

Se ofrecen para hacernos alguna foto y nos preguntan –en inglés-:

- ¿De donde sois?

- Somos españoles.

- Yo llegué nadando a España. Responde rápido un muchacho negro. Se ríen de su broma, y allí los dejamos con sus juegos.

Apenas encontramos más gente por las calles. Edam esta lleno de callejas y canales, con muchos puentes levadizos de madera –estrechos y muy bonitos-. Los canales más anchos rodeados de zonas verdes.

Edam. No puede faltar el queso

La ciudad es muy diferente a Volendam o Marken, aquí no se respira ese ambiente turístico.

Disfrutamos perdiéndonos por sus calles y descubriendo mil rincones con un encanto y una tranquilidad que invitaban a quedarse.

Uno de los canales más anchos está bordeado de magníficos jardines y no menos interesantes casas, autenticas mansiones a orillas del agua.

Damos un largo paseo, hasta las afueras del pueblo, donde un espera un paisaje de postal, con más agua, cisnes, algún otro bicho volador que no supe identificar, y extensas praderas llenas de vacas.

Bordeamos una gran iglesia, en su recinto interior acoge el cementerio de la localidad, aunque más parece un jardín.

Recorrimos, ya con el coche, las afueras del pueblo.

Una zona más moderna, pero muy interesante y en la que vemos como la calidad de vida de sus ciudadanos es envidiable.

Durante varios kilómetros circulamos pegados a un canal –nos dirigimos hacía un dique en la costa-. En la otro orilla, casas con jardín que se extiende hasta la orilla y embarcadero propio.

Se acaba el día y no queremos regresar a Ámsterdam sin detenernos en un molino holandés que vimos cerca de Volendam. No queremos irnos sin ver otro de los tipismos de Holanda.

Así que desandamos una parte del trayecto y nos dirigimos hacía él. Es el molino de Katwoude.

Por las explicaciones que vemos en un cartel indicativo sirve para trasvasar el agua, es un molino de drenaje que pasa agua de una zona más baja a otra más alta, o eso creemos entender, pues los textos solo están en Holandés y se torna imposible descifrarlo.

Parece ser que es antiguo, con algo más de 100 años. Nos guiamos por los gráficos que explican el tema.

El sitio tiene su encanto, apartado de la carretera general, por aquí solo circulaban ciclistas, dándose un buen paseo por este paisaje que tanto nos gustó y tan diferente para nosotros.

Que envidia los kilómetros y carreteras de carril bici que vimos a lo largo de todo el día.

 

Praderas inabarcables, vacas, casas de madera, un puerto deportivo con mucho ambiente, un pueblo de juguete, paisajes marinos excepcionales, una pequeña localidad residencial y un molino holandés. Día perfecto en los alrededores de Ámsterdam, que será uno de los mejores recuerdos de las vacaciones.