A través de la página oficial del Dakar y de los medios de comunicación seguimos las noticias y resultó increíble el anuncio de que se retrasaba la salida y su posterior suspensión. Las próximas ediciones se trasladarán a Suramérica y nos tendremos que conformar con verlo –poco- en la Tv.
El primer sentimiento que surge cuando sabes que ha sido suspendido es la tristeza. El Dakar no son sólo las grandes figuras que -de forma casi exclusiva- copan la portada de los medios. Coma y Després, en motos; en coches Saínz, Roma, Alphand y ese zorro del desierto que es Peterhansel -decia en una entrevista: "Aquí no gana el que más corre, sino el que menos se para", y algo tiene que saber después de ganar 6 ediciones en moto y 3 en coche-; o Loprés, Matshusita o el zar del desierto Chaguin con los camiones. El grueso de la carrera sigue formado por pilotos –muchos muy veteranos- semiprofesionales o aficionados que necesitar reunir no menos de 60.000 € para participar con un coche o 30.000 € para hacerlo en moto (más el coste del correspondiente vehículo y su preparación, que prácticamente doblara su precio)
Aventureros que se pasan el año soñando con lograr la ilusión de estar en el podio de salida e intentar la quimera –casi inalcanzable- de llegar a las playas de Dakar. En el 2007 seguí la carrera de un francés –los ví en la salida- que participaba en moto acompañado por su hija, muy joven, también en moto. En su página Web se reflejaba el apoyo de todos los habitantes de su pueblo, e increíblemente consiguieron los 2 llegar a la meta; es la máxima aspiración por las condiciones en que muchos participan. Para ellos llegar es mucho más que un sueño. Cada etapa que finalizan es un oasis en el interminable desierto que es la carrera. No les espera la prensa ni equipos de mecánicos para poner a punto sus vehículos. Si la máquina no va bien ellos mismos pasarán la noche reparándola con tal de poder salir al día siguiente. Los sueños de rodar por el lago Rosa, ya en Dakar, pueden esperar. Más de uno, sin dormir, se ha visto vencido por el cansancio en la etapa del día siguiente y se ha dormido conduciendo –incluso en moto-; con el consiguiente guantazo. Vamos..., lo que se llama despertar de golpe.
El Dakar disponía en Lisboa de un entorno insuperable. Con el parque cerrado delante del Monasterio de los Jerónimos, una bonita zona ajardinada, con toda la belleza de Monasterio como fondo y enfrente el Tajo. Zona muy amplia y con instalaciones –auditorios, etc- para dar servicio a la prensa y realizar las verificaciones. Se superaron cada año. El segundo recuerdo como estaban colocadas las motos en una zona baja, rodeando una fuente y separadas del público por los jardines. Desde arriba se podían contemplar fácilmente, sin aglomeraciones a pesar de la cantidad de gente que mueven estos acontecimientos.
El suave clima atlántico acompañaba muy bien la prueba, a pesar de las fechas invernales. Salvo algún día que amaneció con nieblas, el sol y una agradable temperatura posibilitaban pasar todo el día en la calle, bien conociendo los bonitos barrios lisboetas, o en la zona de Belén disfrutando del ambiente que rodea al Dakar. Cientos de motos, coches y espectaculares camiones, ruido de motores con un sonido inolvidable.
Con el encanto añadido de la ciudad, iluminada para las fiestas navideñas. ¡Que buenos paseos al anochecer hasta la Plaza de Comercio!, escuchando la música navideña junto al gigantesco árbol de navidad que allí instalan y disfrutando de los juegos de luces que iluminan las fachadas de la plaza. O por el Chiado, desde la Plaza Luis de Camoens a tomar un café en el Brasileira, bajando por la bonita y comercial Rua Garret. Y si el frío húmedo de la noche aprieta, nada mejor que las castañas -recién hechas- de los puestos callejeros, y un lingotazo de Ginjinha… (potente licor de cereza) y a seguir la excursión...
Lisboa tiene un tamaño muy adecuado para disfrutar de ella –muy lejos de los monstruos en los que se han convertido algunas capitales europeas- aunque es un autentico rompepiernas, pues salvo la zona de la Baixa todo esta en cuesta. Unas cuestas terribles. Orografía imprescindible para muchos de los encantos que nos esperan. Los elevadores, la vista de y desde el Castillo de San Jorge –precioso de noche visto desde la plaza del Roxio-, el ascensor de Santa Justa con sus vistas nocturnas (Foto dcha), el Chiado con su refinada iluminación navideña y de la que puedes disfrutar desde la terraza del Café Brasileira, los antiguos tranvías que recorren el centro, inolvidable el 28 por las calles imposibles de la Graça y la Alfama.
Todo esto sería imposible sin las 7 colinas sobre las que se asienta Lisboa.
Si te cansan las cuestas, el diseño Pombalino de la Baixa, con sus grandes y comerciales avenidas –algunas peatonales-, o la zona de Belem con la torre y el monasterio de darán un respiro.
No hay nada igual. Autentica montaña rusa urbana; te lleva por las antiguas calles de la Graça, retorcidas y en cuesta, muy estrechas. En algunos tramos los peatones corren el riesgo de ser aplastados por el tranvía contra la pared. Hay cruces regulados por semáforos y verás como el conductor abronca a los coches mal aparcados que le obligan a detenerse. En las continuas subidas, bajadas y curvas imposibles oirás como el tranvía “afila” sus ruedas. Continua el recorrido hacia el barrio de la Alfama, bajamos en el Largo das Portas do Sol con la Alfama a nuestros pies. Caminando llegaremos al Castillo de San Jorge con una magnifica vista sobre la ciudad y espectaculares puestas de sol sobre el Tajo, el atardecer es la mejor hora para verlo. Nos acercaremos al mirador de Santa Lucia y seguimos hasta la cercana Catedral –en un corto paseo-; después de visitarla lo cogemos de nuevo en la parada que hay cerca de su puerta y cruzando la Baixa y el Chiado, seguimos nuestro viaje hasta la Basílica de la Estrela –donde podemos darlo por finalizado- y una vez visitada La Iglesia, lo retomamos de vuelta delante de la misma. Nos devuelve al centro y en la Plaza del Chiado, que ya la pasamos a la ida, bajamos a rendir la visita obligada y tomarnos un excelente café en el famoso y antiguo A Brasileira, lugar cotidiano de Pessoa, hoy invitado permanente en su terraza. Estamos al inicio de la Rua Garret; Lisboa señorial y comercial, muy cerca las ruinas del convento Do Carmo (si vas con tiempo tiene un más que interesante museo antropológico), y a su lado el Eiffeliano elevador de Santa Justa, símbolo de la arquitectura lisboeta . Agradable paseo para caminar, o bajar en el ascensor, hasta la Plaza del Roxio, centro del centro.
Para desplazarse a la zona de Belem, donde se ubicó el Dakar, nada mejor que el tranvía 15, este ya moderno, en un entretenido recorrido que parte desde el centro de Lisboa te lleva paralelo a la orilla del Tajo. La mayor parte de la zona portuaria –Las Docas- de Lisboa ha sido recuperada y muchos antiguos almacenes son ahora elegantes restaurantes y los bares de copas más in.
Incomparable, el entorno del Monasterio de los Jerónimos. Con su piedra blanca y resplandeciente. El claustro es una autentica filigrana de estilo manuelino. Imponente por su belleza y tamaño.
"Las Máquinas"
Citröen 2CV. Un lobo con piel de cordero. No es lo que parece. Y nada del peculiar balanceo de las "cirilas". Este con 2 motores, uno delante y otro atrás, y unas suspensiones como piedras. A los componentes del club citröen todavía les falta pulirlo un poco. Solo aguanto en carrera 4 o cinco días. Izq. el buggy de Schlesser, viejo zorro que todavía busca ganar con un coche diseñado por el mismo.
BMW pilotado por la alemana Jutta Kleinschmidt. Con los Mitsubishi y Volkswagen uno de los equipos más potentes de la carrera, aunque todavía no parece estar al nivel de los primeros. Un vehículo -igual que el de la foto- acabo ardiendo en el desierto mediada la carrera.
Componentes holandeses de uno de los equipos del Dakar después de ponerse "moraos" de Pasteis de Belem. Amablemente se prestaron para esta foto.
Buena cocina la portuguesa, y la lisboeta en particular. Discrepamos de algunas de las recomendaciones habituales de las guias, como por ejemplo la Cerveceria Trinidade con un bonito local pero regulares las viandas, puede ser por el exito -habia cola-. Pero bien, normalmente encuentra uno donde comer, beber o alternar con buena calidad y buenos precios; algo que se agradece en estos "tiempos de mudanza", a cuenta del Euro en algunos sitios siempre es Agosto. Todavía se sigue notando -un poquito, no hay que hacerse ilusiiones- una pequeña diferencia en el nivel de vida con nuestros agradables vecinos. A ver si dura para que podamos volver muchas veces...
En Lisboa, por unos "graciosos" que comienzan a ser habituales; se acabó la fiesta. Merecian un final más brillante, las dos salidas que pudimos ver estaban perfectamente organizadas. Se superaban cada año. Cuando el Dakar vuelva a Europa -que volverá- hay meritos para la tercera oportunidad que les han robado este año. Se lo han ganado a pulso.
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