Peligro: insisten en protegernos
Nuevamente vuelve a la actualidad una propuesta de Ley “Ordinaria”, su aprobación se pretende tras un primer intento fallido. Vamos; quedaba un tiro y ya se han puesto de acuerdo con los ojeadores, como el escopeta de la izquierda.
La norma tiene el altruistico fin de defender a los incautos usuarios de la red de los múltiples peligros que nos acechan.
El mayor temor de los legisladores y la industria trasnochada que los sostiene son los avances tecnológicos; a pasos agigantados llegan sin su control a los usuarios de internet.
La piratería cultural no desparecerá por cerrar 200 páginas de enlaces, se extinguirá ofreciendo en Internet alternativas legales a precios razonables. El cambio llegará cuando el monopolio cultural abra los ojos y acepte que su antiguo “oficio” –y con él su negocio- ha desaparecido; como sucedió a lo largo de los siglos con muchos otros. Su futuro está en adoptar nuevas formas de distribución.
Nos van a imponer una ley antidescargas patrocinada por una élite cultural autoerigida en valedora de la libertad de expresión; servirá para cerrar páginas web con unas garantías más que discutibles.
Si fuera por alguno, la única descarga legal sería la eléctrica que nos darían a través del teclado por visitar páginas malditas.
Entre las idas y venidas de los altos prebostes aspirantes a pastores eléctricos de la red y el equipo de zagales que los secunda, hubo tiempo para tratar el tema alrededor de unas “migas”.
A la cena fue invitado Amador Fernández Savater –Acuarela Libros-. Sus impresiones de la misma, relatadas en http://acuarelalibros.blogspot.com/2011/01/la-cena-del-miedo-mi-reunion-con-la.html, han dado mucho que hablar en la red. Merece la pena leerlo.
El escribiente, invitado por alguna suerte que ni él mismo se explica, conocida su trayectoria en movimientos copyleft, era la oveja negra –debió saltar la valla electrificada- en un banquete de borregos. De haber sido organizado hace quinientos años no le habría dado tiempo a llegar a su casa y coger la pluma. En el Renacimiento a estas cenas se iba con probador de comidas, la cantarella y la belladona atragantaron a más de un comensal molesto.
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