Un paseo por la nubes
Amanece en el Duero, vista desde la Quinta
Llegamos a media tarde a nuestro destino, recorriendo despacio –tráfico de autobuses- la EN222, que paralela al Duero, parte de Peso da Régua. A unos 5 km de Pinhao nos desviamos a la derecha, a 200 metros encontramos el camino señalizado para subir a la Quinta de Santo Antonio.
Ya veníamos advertidos. Es la única queja que hay de la misma, el acceso es difícil y por un camino –en otro tiempo empedrado- con mucha piedra suelta y fuerte pendiente.
Quinta Santo Antonio, a la luz del atardecer
Aún así la primera impresión es terrorífica, vamos subiendo y no sabemos la distancia que hay que recorrer por el estrecho acceso. Para darle más emoción un coche de frente, no hay sitio para los dos, menos mal que es un todo terrero y se sube a la cuneta y nos deja pasar. Kilometro y medio de subida por un camino de piedras, que la primera vez asusta –el comentario es: no bajaremos en dos días- pero recorrido una vez, realizamos el trayecto de día y de noche sin mayores problemas, despacito y disfrutado del paisaje. Y como decía Carlos Almeida, el dueño de la Quinta, “todos subimos o bajamos a las mismas horas, lo normal no es encontrar a nadie de frente” –menos mal; pensamos-.
Hay trasiego en la bodega de la Quinta, nos cuentan que era el último día de la extracción del mosto. La vendimia ha sido la semana pasada y ese día acababan de pisar toda la uva.
Instalados en tres habitaciones con vistas al Duero, magnífico paisaje. Ya solo el entorno; con el rio a nuestros pies, rodeados de viñedos y con vistas a otras quintas en el valle justifican el viaje. Impresionante naturaleza que no nos cansamos de admirar los 3 días que estuvimos.
La Quinta es un hotelito rural, con solo 9 habitaciones, colgada en una ladera sobre el Duero y rodeada de viñedos y olivos.
Explotación familiar, adquirida por los padres de los actuales dueños. Armando Almeida hizo fortuna con las explotaciones de algodón en Angola, y a su regreso a Portugal adquirió –con otros dos hermanos- esta finca.
Los hijos han modernizado y diversificado el negocio hacia el turismo rural. Además de comercializar el vino con una marca propia -Andorão- dentro de la DOC Duero. Levantaron, adosado a las antiguas construcciones un moderno edificio que da el servicio hotelero. A sido premiado con el internacional 'Best of Wine Tourism 2008 en la categoría de alojamiento.
Moderno, decorado con buen gusto y con unas vistas impresionantes desde las habitaciones, salones o desde el pequeño jardín y piscina. El lugar ideal para disfrutar unos días de la tranquilidad y de la buena gastronomía y vinos de la zona.
Muchos caminos por los que dar un paseo y asombrarse con el trabajo que tienen los agrestes bancales y el esmerado cuidado de toda la tierra.
La zona es una sucesión de cultivos de vid –principalmente-, olivos y algunos frutales. Desde Peso da Régua a Pinhao estamos en el corazón del Duero y del Oporto.
Espectacular amanecer de un día con el cielo despejado de nubes.
La noche deja paso a los azules del amanecer, viendo como se forma la niebla a lo largo del curso del Duero y como esta se vuelve anaranjada por el efecto del sol.
La ligera niebla va cogiendo densidad y se extiende a lo largo del curso del río. Se desplaza lentamente siguiendo el curso del mismo.
Poco a poco irá desapareciendo a medida que comienza a calentar el sol con fuerza. Temperaturas de verano en el mes de Octubre, al mediodía se llegaba cerca de los 30º.
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Entre nubes y viñas
A esa hora, con la niebla navegando rió abajo, como un barco que se deja llevar por la corriente, un recorrido por los caminos de la Quinta deja un sabor inolvidable.
Izq. La Quinta Nova con los primeros rayos del sol, que va diluyendo la niebla.
La niebla por debajo de nuestro nivel, pegada a las laderas y viendo como cambian los colores de la tierra y las viñas a medida que sale el sol. Acompañados por el canto de los pájaros y de algún gallo que a esa hora ya afina la voz . Dos perros de la finca se suman al paseo, como guías atentos al recorrido. Al iniciar el regreso rápidamente se vuelven a colocar en cabeza. Parecen acostumbrados a acompañar a los visitantes. Nos espera un buen desayuno.
Uno de los primeros trenes pasa por la otra orilla del Duero, convoy de vía estrecha que hace el recorrido desde Pocinho a Régua. El suave traqueteo y su reflejo metálico al sol rompen la tranquilidad del lugar.
Espectáculo visual único y paisaje imposible de capturar en unas fotos; que no recogen la mitad de la belleza natural que allí se disfruta. En el corazón del Alto Douro se pasea por las nubes.
Los viñedos al primer sol de la mañana
Con el día comienza el trasiego de los barcos turísticos
Reflejos en el Duero. Olivos en la Quinta Santo Antonio.
Me recuerda muchisimo a los cañones del Sil, sobre todo con esas viñas escalonadas bajando hacia el rio. Por cierto, las fotos muy buenas ;)
ResponderEliminarEsteban:
ResponderEliminarSi que se parece a la Ribeira Sacra,... y no están tan lejos una de otra.
Me alegro que te hayan gustado las fotos, el sitio se presta a ello.
Saludos
Carlos
que hermosas fotos, es un lugar increible
ResponderEliminarBienvenido anónimo; el lugar es realmente bonito. Así que es mucho más fácil hacer unas fotos atractivas.
ResponderEliminarGracias por comentar y un aaludo,