domingo, 14 de septiembre de 2008

Introducción del viaje a Dinamarca

Piensa en Verde

Recién llegados de Dinamarca, casi con las maletas sin deshacer, y sintiendo que una semana pase tan rápido. En nuestra retina todavía está grabado el verde de las praderas danesas. Verde fresco que ya añoramos cuando el avión iba a tomar tierra y a lo largo del viaje desde Madrid, nuestros campos tienen un color que en nada se parece al que acabamos de dejar...

El viaje ha respondido a las expectativas iniciales. Acompañó el tiempo y salvo un día que hubo que usar el paraguas el resto de la semana transcurrió con un clima suave y temperaturas que permitían andar a cuerpo por pueblos y ciudades.

Con base en una casa, cerquita del mar, en Hejlsminde, el puntito azul en el mapa, recorrimos la mayor parte de las ciudades o pequeñas localidades que habíamos previsto y aún pudimos hacer algún descubrimiento interesante e inesperado. Como la pequeña Haderslev o el bonito paisaje de Middelfart. Las ciudades recorridas están marcadas en rojo en el mapa superior.

Nos gusto la antigua Ribe, como ya esperábamos, y la tranquilidad de Horsens o Kolding. Las pequeñas pero magníficas playas de Fredericia, o de Hejlsminde, con sus casitas de vacaciones y la vegetación que llega hasta el mar.

Nos quedamos con las ganas de más tiempo para Copenhague y sus alrededores, donde se concentra la mayor oferta turística y principales monumentos a visitar. Nos llevamos el recuerdo de la colección de la Carlsberg Glyptotek, los cuidados jardines del castillo-palacio de Rosenborg, del imprescindible recorrido por el Nyhanv y el paseo en barco por sus canales.

Magnífico el castillo de Egeskov, con una impresionante colección de objetos de todo tipo, bellísimos jardines y unas colecciones de carruajes, coches, motos, aviones y camiones que pocas veces tenemos ocasión de ver los aficionados. La colección de coches y motos es excepcional, con ejemplares de gran valor y muy dificiles de ver, y en un entorno inmejorable.

Otras ciudades no calaron tanto. De Odense o Arhus esperábamos más, pero creo que se nota su tamaño y se van pareciendo a otras ciudades con sus típicas calles céntricas llenas de comercios y edificios que no tienen mayor encanto.

El contraste de nuestro modo de vida y el danés. Aparte del relativamente bullicioso Copenhague y la animación de la tarde en Arhus, el resto es un remanso de paz y tranquilidad.


Envidiable el escaso ruido que hay en sus pueblos y ciudades, muy lejos de los decibelios que hay que soportar en las nuestras. Muchos de sus habitantes se desplazan en bicicleta y en ciudades y carreteras hay kilómetros y kilómetros de carriles bici. El civismo de sus conductores que respetan al ciclista como un usuario más, y que dificilmente protestan aunque hagas alguna maniobra no muy ortodoxa (y unas cuantas si que hicimos), y uno llega a dudar si en Dinamarca los coches tienen claxon. Nadie te toca el pito...


La sensación de seguridad que da el ver como la mayor parte de las casas están separadas unas de otras por setos bajos, sin ningún cerramiento, y la falta de rejas y otros elementos que aquí se han convertido en imprescindibles. Las viviendas danesas muestran su modo de vida a través de sus ventanas. Nada que ver con las fortalezas en que se están convirtiendo aquí las viviendas en los entornos rurales, o afueras de las ciudades.

Sensación que se refuerza, al ver cientos de bicicletas y a sus usuarios que paran a comprar en un comercio y dejan las bolsas que ya llevan en las mismas, con una confianza que aquí resultaría extraña por no decir otra cosa...

El temor al complicado idioma danés que pronto es superado al ver que cualquier ciudadano -jovén o mayor- o empleado de gasolinera, supermercado, etc, te responde en inglés sin ningún problema. Gente amable que cuando hubo algún problema -por ej. con las gasolineras que son casi todas automáticas- se prestaron a darnos indicaciones, y varios de ellos hasta pronunciaron alguna palabra en español... Sólo cabreamos un poco a una empleada de un puesto de salchichas en Copenhague, que no andaba muy sobrada de paciencia, ni nosotros de inglés...

Impresionantes paisajes, algunos inolvidables, como la vista desde el avión al llegar a Copenhague y pudimos apreciar el puente de Oresud. Obra de ingeniería que parece un truco visual, pues los 18 km. entre Dinamarca y Suecia son salvados por un gigantesco puente-túnel. Increíble la visión, casi irreal, al ver como la autopista que va sobre el puente pasa a ser un túnel y literalmente se hunde en el mar como si de un montaje fotográfico se tratara.

Buenas autopistas, gratuitas, excepto los dos grandes puentes-, nos impresionó el tráfico de coches y camiones que hay los días laborales. Y terrible un día de viento, creo que hay muchos, en los que circular por la autopista daba algo más que respeto. En el puente de Vejle, que transcurre sobre el mar se formaba un atasco de kilómetros, pues el viento hacia que los vehículos lo cruzaran a 70 km/hora.

Alto nivel de vida, que se reflejaba en los precios de la alimentación, los combustibles, las bebidas, los restaurantes. Muchos de los artículos, algunos de las mismas marcas que aquí consumimos, doblan o triplican su precio... Al final uno acaba pensando que es mejor no hacer los cálculos de coronas a euros... Creó que más barato solo encontramos la leche y los abalorios y pulseras de la marca Pandora (son daneses) que aquí hacen furor entre las chicas jóvenes y adolescentes..

La calidad de vida no es gratis y aunque los sueldos pueden ser el doble o el triple los impuestos, tal y como nos comentaron, se llevan entre el 39 y el 50% de su sueldo...También nos dijeron que como España, para vivir, en ningún sitio (España y marcha eran palabras asociadas)... que nos sirva de consuelo.
Como el recorrido y el material fotográfico da para ello, seguirán más entradas de las localidades visitadas...

De momento me quedo con el verde. En septiembre, Dinamarca es verde, verde...

No hay comentarios:

Publicar un comentario